
El pasado miércoles 7 de diciembre, a tan sólo un día del feriado largo por las festividades de la Inmaculada Concepción y la Batalla de Ayacucho, el Perú entero estuvo expectante al mensaje presidencial de Pedro Castillo Terrones. Mayúscula fue la sorpresa para todos, cuando el aún presidente, decidió disolver el Congreso de la República y establecer un toque de queda desde las 22:00 hrs. hasta las 4:00 a.m. del día siguiente.
Las reacciones no se hicieron esperar, y aunque hubo posiciones a favor y en contra de la medida tomada por el mandatario, el Congreso de la República hizo un llamado a la población para mantener la calma y además solicitó a los altos mandos de la Policía Nacional del Perú (P.N.P.) y al Comando de las Fuerzas Armadas del Perú a rehusarse a obedecer dicha orden, defender la democracia, y respetar el orden constitucional establecido en el Artículo 134 de la Constitución Política del Perú.
Después del mensaje presidencial, ese mismo día, Castillo fue vacado por el parlamento, estaba contra el reloj, y todo giraba desfavorablemente, ya que minutos después de su discurso, sus ministros uno a uno comenzaron a renunciar a consecuencia del autogolpe de Estado, el presidente se iba quedando solo, y al no contar con el respaldo de la Policía y de las Fuerzas Armadas, él junto a su familia y su ex primer ministro, Aníbal Torres, salieron raudamente de Palacio de Gobierno en uno de los carros de su escolta.
Es precisamente a partir de ese momento que; según las manifestaciones de la escolta presidencial, cuando el equipo SUAT de la P.N.P. se acerca al carro presidencial para arrestar a Pedro Castillo. La cónyuge del mandatario entró en pánico y toda solloza le preguntó a su esposo “¿Por qué lo hizo?”, pero presa del pánico del momento, solo atinó abrazar fuertemente a su hija que también se encontraba asustada y llorando por lo sucedido. Además, añadieron que Castillo, les dio la orden de dirigirse a la embajada de México para solicitar asilo político.