La devoción al Señor de los Milagros es una de las pocas tradiciones integradoras de las diferentes culturas que habitaban Lima como lo es la criolla, la andina, y la afrodescendiente, dando paso a una de las mayores expresiones de fe que ha traspasado fronteras.
El catolicismo trajo consigo el fervor a Jesucristo que fue retratado sobre la pared de adobe de una cofradía del barrio de Pachacamilla, donde actualmente se encuentra el santuario de Las Nazarenas. Un lugar que en ese entonces era habitado por indígenas venidos de la zona prehispánica de Pachacámac. Dicho barrio también albergaba a una buena población de africanos entre esclavos y hombres libres. Ellos encontraron en las cofradías un escape a la situación de opresión que sufrían en el Perú de esa época.
Antecedentes de la devoción
Según cuenta Raúl Porras Barrenechea, destacado historiador peruano, fue justamente un esclavo angolés, Pedro Dalcón, quien bajo la inspiración divina, plasmó la imagen del Cristo crucificado. Y dada la fuerte presencia de fieles de piel oscura entre sus primeros devotos, es que fue denominado como el Cristo Moreno.
El primer registro de la imagen data de 1651, pero sería reconocida y venerada al permanecer intacto el muro de adobe en el que se dibujó a pesar del fuerte terremoto que sacudiera Lima y Callao el 13 de noviembre de 1655. Un sismo que destruyó templos y viviendas, se llevó la vida de miles de pobladores y dejó a muchas más damnificadas. Todas las paredes de la cofradía de Pachacamilla se derrumbaron, todas, menos la de la imagen de Cristo, este fue el primer milagro del Señor de Pachacamilla que pasó a llamarse el Señor de los Milagros.
La primera procesión del Cristo moreno
Las visitas al lugar se incrementaron y la devoción creció, pero viendo que las expresiones de fe eran diferentes a las convencionales, el párroco José Laureano de Mena consideró que esta veneración iba en contra de los cultos religiosos. Hecho que comunicó al virrey Pedro Antonio Fernández de Castro, quien dio la orden de borrar la imagen, luego de verificar su existencia. Sin embargo, luego de tres intentos fallidos y de recibir el repudio de la población se retractó, revocando la orden y autorizando su culto, siendo su primera misa el 14 de septiembre de 1671. Con el tiempo a la imagen del Cristo se sumaron las de el Padre celestial, María y María Magdalena.
Después del terremoto de 1987, que tampoco afectó a la imagen, pero sí destruyó su ermita, Sebastián de Antuñano, ferviente devoto del Cristo Moreno, ordenó la confección de una copia al óleo luego de lo cual obtuvo el permiso para que saliera en andas por las calles de Pachacamilla. Esta sería la primera de muchas procesiones que hasta el día de hoy reúnen a gran cantidad de fieles, y que, como un eco u onda expansiva se replican en diversos lugares dentro y fuera del país.
¿Por qué el color morado?
Pero entre el perfume a santidad, los grandes cirios prendidos y las hermosas alfombras de flores que adornan el paso de la imagen santa, predomina el color morado. Cabe mencionar que esta costumbre la inició doña Antonia Lucía Maldonado Verdugo que, por esas épocas, solía reunirse con algunas devotas para venerar la pasión y muerte de Jesucristo al lado del mural, para lo cual usaban ese color característico de Jesús Nazareno. Hoy en día con el uso de esta indumentaria se mantiene una promesa de fe.
Nuevamente, el aroma a incienso volverá a llenar las calles de Lima, y el color morado vestirá sus plazas para recibir las andas del Señor de los Milagros, en lo que conoce el mundo como la procesión más concurrida de América. Es en esta época que la fe inmensa y la voluntad férrea del pueblo peruano podría lograr doblegar los corazones más fieros, y acortar o eliminar las brechas que nos impide disfrutar de una sociedad justa y solidaria.
Redacción: Otilia Barreto